En las escuelas secundarias hay un nuevo deporte sumamente alentador, parecido a otros que usan los aficionados que alientan, con árbitros y un marcador. Pero tiene un giro vital: cada equipo de cinco jugadores tiene dos con capacidades normales y tres con alguna forma de discapacidad. La actividad es conmovedora, ya que los jugadores se ayudan y alientan unos a otros, sin importar a qué equipo pertenezcan. La idea es incentivar a alumnos que, de otro modo, no experimentarían la alegría de los deportes competitivos.
Se requiere un liderazgo sabio y deliberado para que las escuelas honren a los alumnos de este modo. Y sus esfuerzos reflejan un ejemplo que el rey David nos dejó en las Escrituras.
Un dicho común en aquella época era que «ni los cojos ni los ciegos pueden entrar en el templo del Señor» (2 Samuel 5:8 rvc); usado metafóricamente para referirse a sus enemigos. Pero David decidió recibir en su palacio a Mefi-boset —el hijo de Jonatán, que tenía pies lisiados— y honrarlo con un lugar «en [su] mesa» (9:7).
Pablo presenta un principio claro de cómo debemos tratar a los demás: «Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros» (Romanos 12:10).
Asegurémonos de honrar a todos en el amor de Jesús.
De: Dave Branon