Un verano, durante un viaje por carretera a Montana, nos detuvimos en una zona de descanso para estirar las piernas. Dentro de uno de los edificios había un joven que cantaba una canción de alabanza conocida, mientras limpiaba el piso. Luego empezó a cantar el himno «Está bien con mi alma». No pude evitarlo. Cuando cantó la frase «está bien», yo la repetí. Cuando cantó «con mi alma», la repetí también. Juntos, cantamos la última línea: «Está bien con mi alma, está bien». Él sonrió, me chocó el puño y dijo: «Alabado sea Dios». Cuando volví al coche donde mi esposo esperaba, me preguntó: «¿Por qué esa gran sonrisa?».

Piensa en las cosas por las que podemos alabar a Dios, tales como su bondad, justicia, compasión, promesas, provisión y protección. El Salmo 145 es uno de los tantos que nos impulsan a alabarlo constantemente. David escribió: «Cada día te […] alabaré» (v. 2). Muchos alaban a Dios con instrumentos, otros leyendo o recitando las Escrituras, o cantando salmos, himnos y cánticos espirituales (Colosenses 3:16). Algunos se expresan con danza litúrgica. Pero toda alabanza genuina brota de corazones llenos de gratitud.

Nuestro espíritu está diseñado para alabar a Dios. Gracias a su amor sacrificial por nosotros, podemos decir con confianza: «¡Está bien con mi alma!».

De:  Cindy Hess Kasper

Reflexiona y ora

¿Cuándo te resulta fácil alabar a Dios? ¿Qué podría ayudarte a concentrarte en alabarlo de una manera renovada?
Dios, quiero alabarte y adorarte con mi vida.