Hechos 13.16-22

El rey David pecó, pero fue llamado un hombre conforme al corazón de Dios y fue usado con poder por el Señor. Lo que lo distinguió fue la prioridad que le dio a su relación con el Padre. David se deleitaba en conocer a Dios y lo buscaba con fervor. Cuando escribió: “Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela”, fue una declaración de que el amor de Dios era mejor que la vida. Prometió alabar al Señor todos sus días (Sal 63.1, 3, 4).

David veía la vida desde una perspectiva centrada en Dios. En sus escritos, se maravillaba del poder creativo del Señor, expresaba su dependencia de Él y proclamaba su lealtad. También oraba con fervor y frecuencia, elevando peticiones y esperando con expectación una respuesta (Sal 5.3).

Tanto la oración como la adoración alimentaban la confianza de David en el Señor. Y su fe lo sostuvo a lo largo de la vida: como un joven pastor que protegía a las ovejas de los animales salvajes, como un joven que se enfrentó al gigante Goliat y como el líder ungido de Dios sobre el pueblo de Israel.

Los salmos revelan que David anhelaba conocer a Dios y buscaba su guía. De manera similar, Pablo nos exhorta a priorizar el conocimiento de Cristo para que nuestra fe descanse en el poder de Dios (1 Co 2.2-4).

BIBLIA EN UN AÑO: SALMOS 107-111