Si nos dejáramos guiar solo por nuestros impulsos naturales, solo seríamos amables cuando la gente fuera amable con nosotros.
Sin embargo, el Señor Jesús nos enseña a amar incluso cuando no somos tratados con amabilidad. Él lo vivió al amarnos lo suficiente como para morir por nosotros mientras aún éramos pecadores (Ro 5.8). En gratitud, y con la fortaleza del Señor, debemos amar a los demás (1 Jn 3.14).
Aunque reaccionar ante la falta de amabilidad con amor puede ser difícil, hacerlo nos conduce a la bendición. En primer lugar, porque agrada al Padre, lo que nos brinda alegría, paz y contentamiento. Además, nos llena de entusiasmo y confianza al esperar cómo el Señor honrará nuestra obediencia. Finalmente, somos conscientes de que el Espíritu Santo obra en nosotros, permitiendo que el amor divino fluya a través de nuestras vidas.
Juan 13.35 habla de un beneficio importante. Cristo dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. Tratar a los demás como queremos ser tratados es la clave para construir conexiones profundas y satisfactorias. Piense en las personas que encontrará esta semana y trátelas como lo haría el Señor Jesús: con amor.
BIBLIA EN UN AÑO: SALMOS 79-84