Tal vez usted sea una persona amable y gentil, e incluso benévola por naturaleza. Pero a menos que reconozca su necesidad de Cristo, no recibirá el regalo de la salvación y se privará de la eternidad con Él.
La salvación es la invitación de Dios a una relación en la que “permanecemos en Él, y Él en nosotros” (1 Jn 4.13). Es comprensible que, si vamos a vivir en unión con un Dios puro y santo, el pecado no tiene cabida.
El dilema, como Romanos nos enseña es que todos somos pecadores (Ro 3.23) y que el castigo del pecado es la muerte (Ro 6.23). Sin embargo, Dios proporcionó un puente al enviar a su Hijo perfecto para morir en nuestro lugar. No podemos alcanzar la vida eterna por nuestros esfuerzos; reconocer nuestra necesidad de un Salvador y aceptar la muerte de Cristo por nuestros pecados es todo lo que Dios requiere para que nos relacionemos con Él. La fe es el único camino al cielo (Jn 14.6).
Tal vez usted esté pensando: Solo quiero lo que merezco. Pero nadie merece la gracia, y nadie puede ganar la salvación. El Padre celestial quiere darnos ambas cosas, aunque no las merezcamos. Las personas sabias son aquellas que han aceptado la verdad y han rendido su espíritu y sus rodillas ante el Señor.
BIBLIA EN UN AÑO: SALMOS 19-22