Miles de personas en todo el mundo oraban por el hijo de tres años de Sethie, que había estado hospitalizado durante meses. Cuando los médicos dijeron que Shiloh «no tenía actividad cerebral significativa», Sethie me llamó y dijo: «A veces, tengo miedo de no estar viviendo con fe plena. Sé que Dios puede sanar a Shiloh y permitirle volver a casa con nosotros. También tengo paz si lo sana llevándolo al cielo». Asegurándole que Dios entiende como nadie, dije: «Te has rendido a Dios. ¡Eso es fe plena!». A los pocos días, Dios llevó a su precioso hijo al cielo. Aunque luchaba con el dolor de perderlo, Sethie dio gracias a Dios y a los que oraron. Dijo: «Estoy convencida de que Dios sigue siendo bueno y sigue siendo Dios».

En este mundo, hasta que Jesús venga, seremos «afligidos en diversas pruebas» (1 Pedro 1:6). Necesitaremos procesar las emociones del dolor real. Pero todo el que experimenta el «nuevo nacimiento» en Cristo (v. 3) puede afianzarse en la vida por amor a Jesús, y «[alegrarse] con gozo inefable y glorioso» (v. 8). El resultado final de nuestra fe en Cristo es «la salvación de [nuestras] almas» (v. 9).

El Espíritu Santo nos capacita para tener fe plena, viviendo con nuestras situaciones y oraciones entregadas confiadamente a Cristo.

De: Xochitl Dixon