Marcos 15.42-46

Después de la crucifixión, un rico líder judío llamado José de Arimatea pidió a Pilato el cuerpo del Señor Jesús (Mr 15.43). José no solo entendía el riesgo de solicitar el permiso de Roma para enterrar a un criminal condenado por traición; también sabía que su reputación y estatus en la comunidad religiosa estarían en peligro. ¿Por qué tuvo el valor de presentarse mientras los amigos más cercanos del Señor huyeron con miedo? Porque José había estado viviendo a la espera de Dios.

El sacrificio de Cristo cambia tanto nuestro destino eterno como la vida diaria, permitiéndonos vivir con esperanza y anticipación. Sin embargo, a veces no reconocemos la presencia de Dios y nos cuesta vivir expectantes en el “ya, pero todavía no”.

Considere a Pedro, Juan y las mujeres que vieron la tumba vacía. Aunque el Señor les había dicho qué esperar, no previeron su muerte. Su asombro e incredulidad nos dicen lo que pensaban que sucedería. Al igual que ellos, debemos recordar que donde aparece el Señor Jesús, cómo piensa y lo que dice, puede que no siempre sea lo que nosotros esperamos.

Sin el sacrificio de Cristo, no habría esperanza. Aunque puede no ser fácil vivir con expectación entre las realidades presentes y futuras, es la mejor manera de vivir la vida cristiana.

BIBLIA EN UN AÑO: 1 REYES 13-14